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Élder Christofferson: Asamblea General De la Sociedad Interamericana de Prensa

Preservar la libertad de expresión y Proteger la conciencia

Élder D. Todd Christofferson Del Cuórum de los Doce Apóstoles

Asamblea General De la Sociedad Interamericana de Prensa
Sábado, 28 de octubre de 2017
Salt Lake City, Utah

De parte de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, les doy una cordial bienvenida a Salt Lake City y a la Asamblea General Nº 73 de la Sociedad Interamericana de Prensa. Es un honor especial tener presente con nosotros el Secretario General de la OEA, Luis Almagro Lemes, y es un honor especial para mí dirigirme a una audiencia tan distinguida. Aplaudimos los esfuerzos de IAPA para defender y promover la libertad de prensa y expresión a lo largo de las Américas. Muchas de las bendiciones de la vida y de la prosperidad de la sociedad descansan en esas libertades.

Hablando personalmente, hay un lugar especial en mi corazón por la gente de México y de Centro y Sudamérica. Aprendí español en Argentina, cuando era misionero de 19 años. Años más tarde, mi esposa, mis hijos y yo tuvimos la oportunidad de vivir en la Ciudad de México para dirigir las operaciones de la Iglesia en México. Compartir el mensaje de esperanza y bondad de Jesús con la gente latina ha sido una de las grandes alegrías de mi vida.

El entusiasmo que yo siento lo comparten muchos de mis compañeros Santos de los Últimos Días que también han pasado tiempo como misioneros en Latinoamérica y entre personas hispanas que viven en Norteamérica. Al caminar por las calles de Salt Lake City e interactuar con nuestros hombres y mujeres de negocios, líderes cívicos, líderes religiosos, estudiantes, familias y ciudadanos regulares, uno encuentra personas que han vivido en Latinoamérica y que ahora son embajadores de buena voluntad para los países de ustedes. De hecho, el amor que el actual presidente de la IAPA, Matthew Sanders, siente por la región y por su gente, nació de su servicio misional en Quito, Ecuador, de 1989-1991.

Por unos minutos, me gustaría hablar sobre algunos principios que son importantes para ustedes y para nosotros. De hecho, considero que son principios universales que reflejan el anhelo de cada corazón humano; pero esos principios, sin importar cuán firmemente arraigados estén en la naturaleza humana, todavía requieren nuestra atención para preservarlos en la ley y en la cultura. De modo que, en esta gran labor de asegurar las amplias libertades del alma, esforcémonos todos juntos —prensa, religión, educación, negocios— para elevar nuestras comunidades e inculcar valores para nuestro florecimiento mutuo.

La Declaración Universal de los Derechos Humanos de las Naciones Unidas es una potente declaración que afirma algunas de las aspiraciones humanas más elevadas que tenemos como seres humanos. Proclama normas comunes de libertad y decencia que han resistido la prueba del tiempo. Declara: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión” y “Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión[i].

La Declaración de Chapultepec, adoptada en 1994 y reafirmada por líderes nacionales amantes de la libertad en toda América, nos recuerda el papel crucial de la prensa. En el preámbulo, dice: “Allí donde los medios pueden surgir libremente, decidir su orientación y la manera de servir al público, allí también florecen las posibilidades de buscar información, de difundirla sin cortapisas, de cuestionarla sin temores y de promover el libre intercambio de ideas y opiniones. Pero, cuando con el pretexto de cualesquiera objetivos se cercena la libertad de prensa, desaparecen las demás libertades”[ii]. Tales declaraciones proporcionan un marco común mediante el cual podemos edificar sociedades justas y abiertas.

Todas las sociedades necesitan nuevas ideas y nuevas perspectivas para abordar las condiciones del momento. Los escritores y periodistas desempeñan un papel clave en ese descubrimiento. La libertad de expresión es importante para todos porque la sabiduría a menudo proviene de los lugares más improbables y de las personas más sencillas. Las ideas que un día puedan estar prohibidas pueden resultar útiles al siguiente. La seguridad no resulta al sofocar la expresión, sino al darle la oportunidad de respirar. No todo lo que salga de nuestra pluma o de nuestra boca será útil, pero cuando se desalienta la libertad, tampoco de eso saldrá nada bueno. Para obtener lo sublime, a veces tenemos que soportar un poco lo ridículo.

Un prominente juez de los Estados Unidos en una ocasión describió este proceso como la auto rectificación de la verdad: La mejor prueba de la verdad es el poder de la idea de que ésta se acepte en la competencia del mercado”[iii]. El concepto de un libre mercado de ideas requiere que todas las personas, tanto las minorías como las mayorías, tengan acceso a la prensa.

Su privilegio y llamado como periodistas es facilitar la conversación y el debate entre personas que tienen diferentes creencias, razas, nacionalidades y opiniones políticas. Se dice con frecuencia que una ciudadanía informada es el baluarte de la democracia. Los principios básicos de la integridad periodística –objetividad al informar, desprenderse de los prejuicios personales y deber desinteresado a la verdad– son esenciales para facilitar la confianza pública y el diálogo civil. Todos las personas e instituciones, incluidas las iglesias, comparten un interés en contribuir a esos valiosos objetivos[iv].

El diálogo civil — el análisis de preguntas de justicia, paz, libertad y bienestar general — debe resolver los inevitables enredos. Los lugares comunes donde esto sucede incluyen la prensa, el aula, el ayuntamiento, las legislaturas y la mesa familiar. Esos análisis a menudo adquieren dimensiones religiosas. En el mejor de los casos, las voces de fe elevan los debates públicos más allá del aquí y del ahora. Por ejemplo, Martin Luther King Jr. impulsó un movimiento para la justicia racial y civil mediante su convicción y elocuencia como pastor. William Wilberforce aplicó la ética cristiana para abolir la trata de esclavos en Gran Bretaña. Abraham Lincoln recurrió a las verdades de la Biblia para sanar a una nación dividida. Mahatma Gandhi difundió los principios religiosos pacifistas para llevar a la India a la independencia[v]. Y debido a que la religión ocupa un espacio tan amplio en el espectro de la vida humana, la gama de soluciones sería más pequeña sin la voz de la conciencia religiosa[vi].

Al final, nuestra conciencia es todo lo que tenemos. Todo lo demás, las posesiones materiales, el estado social, la riqueza, pueden desaparecer. Pero las creencias y los valores que constituyen nuestra brújula moral, el espacio invisible en nuestros corazones que separa el bien del mal, el significado que atribuimos a la vida y el aguijón interno que nos obliga a compartir nuestra visión son las cosas que nos otorgan dignidad y propósito en la vida. La capacidad de expresar esa conciencia es nuestra primogenitura como seres humanos. Sin ella, nuestras otras libertades tienen poco significado[vii].

Como mencioné en otro discurso reciente en India, la libertad religiosa no es simplemente un gesto simbólico legal de igualdad solo de nombre. Es una libertad sustantiva para creer y actuar según las creencias sinceras de la persona. Dondequiera que miremos en el mundo, vemos que la libertad religiosa no solo protege a personas e instituciones religiosas, también actúa como un catalizador para proteger toda la gama de los derechos humanos. El derecho a hablar sobre Dios, por ejemplo, también abarca y protege la libertad de hablar sobre las opiniones y creencias personales en cuestiones de política, arte, literatura, historia, moralidad o prácticamente cualquier otro tema[viii]. La libertad de expresión y la libertad de conciencia se apoyan mutuamente.

Hace dos años, tuve el privilegio de hablar en alabanza de la libertad religiosa y los derechos de conciencia en la mezquita más antigua de Latinoamérica, en São Paulo, Brasil. Me dirigí a musulmanes, católicos, evangélicos, sijs, judíos y religiosos nativos africanos, entre otros. Fue el primer evento brasileño en su tipo para celebrar el firme compromiso de la nación con la libertad religiosa, y decir que fue una reunión inusual sería quedarse corto. Los informes de la prensa sobre ese evento fueron esclarecedores. Destacaron la camaradería entre los líderes religiosos que, a pesar de tener creencias muy diferentes, mostraron un claro sentimiento de unidad entre ellos. Esa unidad se centró en dos cosas: (1) la necesidad de preservar la oportunidad de que todos ejerzan libremente su fe y honren su conciencia, y (2) la responsabilidad mutua de servir y mejorar el bienestar de todas las personas, independientemente de su religión o creencia. La prensa hizo lo que la prensa mejor puede hacer: usar su libertad para fomentar otras libertades.

Honramos sus esfuerzos para dar voz a los que no la tienen, para resaltar las dificultades de nuestro mundo y para otorgar dignidad a la experiencia humana. Que Dios los bendiga y los proteja a medida que avanzan como embajadores de la libertad y de los derechos humanos. Gracias.

 

[i] Declaración Universal de los Derechos Humanos, Naciones Unidas, 10 de diciembre de 1948.

[ii] Declaración de Chapultepec, http://www.sipiapa.org/contenidos/acerca-de-la-declaracion.html

[iii] Tony Konkoly, “The Supreme Court: Law, Power and Personality. Famous Dissents”, diciembre de 2006.

[iv] “Journalistic Integrity and the Compartmentalization of Ethics”, Mormon Newsroom, 17 de noviembre de 2009.

[v] “The Voice of Religious Conscience”, Mormon Newsroom, 25 de noviembre de 2014.

[vi] “The Voice of Religious Conscience”, Mormon Newsroom, 25 de noviembre de 2014.

[vii] “The Voice of Religious Conscience”, Mormon Newsroom, 25 de noviembre de 2014.

[viii] D. Todd Christofferson, “The Good that Religion Does”, Mormon Newsroom, 14 de Agosto de 2017.

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